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El
silencio y la tristeza de México resuenan en las fotografías
de Juan Rulfo
Hace
ya años, uno de los grandes de la fotografía mexicana, Nacho
López, entregó al autor de Pedro Páramo y de El llano
en llamas una pequeña caja que llevaba sobre su cubierta una simple
inscripción: 'Juan Rulfo, fotógrafo'. El escritor protestó
diciendo que él sólo era un aficionado. La anécdota
la contó ayer Juan Francisco Rulfo, uno de los cuatro hijos del
autor, durante la rueda de prensa que se celebró en Madrid unas
horas antes de que se inaugurara la exposición, que reúne
más de cien imágenes y que rescata una dimensión
poco conocida del maestro de la literatura mexicana.
Las fotografías de Juan Rulfo parecen habitadas por el silencio.
'Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados
azules, sentí que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba
solamente el silencio era porque aún no estaba acostumbrado al
silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces',
se lee en Pedro Páramo a propósito de Comala. Y ahí
están las imágenes: calles deshabitadas, conventos, templos
e iglesias, mercados, plantas y rocas, los rostros y las cosas de los
campesinos, peregrinaciones, algún edificio moderno, y siempre
la impresión de estar todo lleno de silencio -incluso allí
donde aparecen figuras humanas-.
Lo dijo ayer el escritor y diplomático Jorge Alberto Loayza, que
también escribe uno de los textos del catálogo: 'Tenemos
el privilegio del silencio, el valor de callar. Es algo que está
en el centro, en la esencia de México, y eso lo supo expresar Juan
Rulfo'. Y añadió que ese silencio es un 'vehículo
de la eternidad' y que sirve para 'vaciarse, y así poder abrirse
al otro'.
A la pequeña caja con las fotografías de Juan Rulfo se refirió
también Juan Carlos Luna, responsable de Lunwerg, la editorial
que publica el catálogo y que ha sido la responsable de seleccionar
las más de 170 imágenes que allí se reproducen de
los más de 6.000 negativos que se conservan del trabajo como fotógrafo
del escritor. El prodigio de que aquellas viejas imágenes se puedan
contemplar con la calidad con la que se exhiben en la muestra ha sido
obra del fotógrafo español Juan Manuel Castro Prieto.
Ahí está, pues, el México de Juan Rulfo. Siempre
en blanco y negro, e invadido por la soledad, la tristeza o el desamparo
de sus comarcas, por la dignidad, como escribe Fuentes, de sus gentes.
El hijo del escritor, visiblemente atacado por la timidez, dijo ayer que
cuando su padre decidió escribir lo hizo cuando se encontraba preparado
para poder traducir con palabras 'las inquietudes que lo obsesionaban'.
Le ocurrió lo mismo con la fotografía. 'Sus imágenes
también buscan expresar sus preocupaciones e intentan encontrar
respuesta a sus inquietudes. No tienen simplemente un valor estético.
Son también un símbolo'. El hijo del escritor buscó
con la mirada algunas de las fotografías, y dijo: 'Todas esas iglesias,
por ejemplo, son símbolo de la opresión'.
'
Hay que entender la historia para entender este fanatismo de que hemos
venido hablando', comentaba Juan Rulfo en una entrevista realizada a principios
de los setenta. 'Yo soy de una zona donde la conquista española
fue demasiado ruda. Los conquistadores ahí no dejaron ser viviente'.
De ahí, quizá, que las iglesias aparezcan en sus imágenes
siempre solitarias, sin gente. Grandes construcciones sobre páramos
desiertos. Juan Rulfo fue drástico al respecto: 'La conquista fue
algo muy cruel'.
Estos comentarios del autor de Pedro Páramo los recogió
Víctor Jiménez, el director de la Fundación Juan
Rulfo y el arquitecto que proyectó la casa del escritor, en el
prólogo que escribió para Letras e imágenes (Editorial
RM), que se presentó en la última Feria del Libro de Guadalajara,
y donde descubría los profundas conocimientos históricos
de Rulfo. Además de escritor y fotógrafo, aficionado a la
historia. Tuvo también una relación muy estrecha con el
cine, de la que dan cuenta, por cierto, las Noches rulfianas que ha organizado
durante este mes el Instituto de México en Madrid, y fue un consumado
melómano.
En Luvina, uno de los cuentos de El llano en llamas, Juan Rulfo contaba
esa tristeza que revelan también sus fotografías. 'Yo diría
que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa,
como si a toda la gente le hubieran entablado la cara'.
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